La arquitectura, en armonía con la naturaleza, debe integrar el paisaje: no destruirlo. Creemos que, estudiando la naturaleza y la arquitectura vernácula, se puede llegar a la belleza mediante la practicidad de la memoria y las posibilidades de la innovación.
Estamos convencidos de que la arquitectura, en proporción y correspondencia adecuada entre las diferentes partes del contexto social, espacial y temporal, debe ser capaz de aportar al desarrollo del entorno. Además, la arquitectura debe ser flexible y «capaz de absorber los rastros del tiempo: saber envejecer y adquirir significado con el paso de los años» como parte del escenario de implantación.