Existen dos recursos fundamentales para la producción de arquitectura: por un lado la luz, entendida como la producción conceptual y compositiva o como la energía y medio de interpretación de la materia a causa de fenómenos físicos y, por otro lado, la materia, entendida como la sustancia de la que están hechas las cosas que nos rodean o como el recurso perceptible por los sentidos disponible para la materialización del proyecto arquitectónico.
Considerando estos recursos, desde la interdisciplinariedad, los espacios deben ser concebidos y materializados en sintonía con los seres humanos y la naturaleza: la arquitectura tiene una relación especial con el desarrollo de la vida, no solo como un contenedor de actividades, sino como la atmósfera y el espacio concebido para experimentar una vida plena